Thursday, September 21, 2006

Post-data



Hablando de intolerancias. Al cierre de este post, el actual conservador y retrogrado Papa católico no tuvo mejor idea que atacar a los musulmanes aludiendo a frases y entredichos de hace muchos muchos siglos atrás. Quien debiera ser ejemplo de tolerancia (o acaso no somos todos iguales ante los ojos de Dios...) despertó una tensión que al mundo no le hacía falta. Todos sus diplomáticos salieron a gestionar las disculpas ("se malinterpretó lo que dijo...), pero el muchacho de la lengua larga… aún no quiso pronunciar la palabra “perdón”… Será la excusa para iniciar una nueva Guerra Santa?

De eso no se habla


Los amigos de la eterna convivencia a fin de preservar la sanidad mental de una reunión social, un asado, etc. recomiendan no hablar de sexo, de política o de religión.
Son temas polémicos, cada uno termina expresando su punto de vista y lo que era una simple charla de café termina en una gran pelea familiar, con heridos, caídos y otros que se baten en retirada.
Conclusión, nadie gana.
Por qué nadie gana? Porque son temas que hablan de ideologías, de opiniones, de puntos de vista y siempre preferimos mantener nuestra posición por encima de todo. Es preferible morir con las botas puestas que reconocer que en el punto de vista del otro puede haber algo de cierto, aunque no me guste admitirlo. Que, en lo que yo creo firmemente y sin cuestionar, pueden aparecer fisuras. Y nadie quiere admitir que su propia estructura puede rajarse.
Eso nos lleva a la posición moral y a la verdad, que son dos hermanas inseparables en estas charlas tan movidas.
Ciertas personas se sienten superiores respaldadas en su ideología (mejor dicho en la ideología que no es de ellos, pero han hecho suya).
Y esto tiene que ver con discurso/ percepción.
Si yo digo soy gracioso, nadie se ríe. Si cuento un chiste bueno, la gente se ríe y piensan "qué gracioso".
Este ejemplo tan simple y trivial lo aplico a la religión, por ejemplo.
Muchas personas por “seguir” una religión determinada, se sienten superiores. Se autoevalúan como buenas personas porque van a misa. Y ponen a los que no, como que están en falta. Como aquellos fanáticos que se la pasan corriendo a las 5 de la mañana y te lo echan en cara, “cómo no corrés 50km todas las madrugadas?”
Porque claro los modelos religiosos basados en la culpa (como católico y el judío), no enseñan a la gente a ser buenas personas y a superarse como tal. Sino que trabajan a través del miedo. “No hagas esto porque sufrirás el castigo divino”.
Pero después aparece la confesión el domingo y las malas acciones se lavan tan pulcramente como en un comercial de polvo limpiador. Todo es blanco más blanco.
El sacerdote –el elegido- se comunica con Dios y nos dice qué hacer (sólo habla con él). Porque todos somos iguales, pero algunos viajan al cielo en Business Class. Como pasó con Moisés que se iluminó y bajó los Mandamientos y todos a obedecer. Cualquier parecido con los gobernantes argentinos es pura casualidad.
Y esta figura experimentada en teoría puede dar consejos a los casados de cómo manejar un matrimonio, o a unos padres de cómo educar los hijos y etc. etc. Porque como dice el dicho "Consejos vendo, pero para mí no tengo".
La religión y la política tienen una gran semejanza: Por ejemplo, nunca cuestionar o dar espacio al pensamiento.
En muchos planos de la vida, nos permitimos aceptar las diferencias. Yo muero por un vino tinto de cuerpo y otro se vuelve loco por una copa de vino blanco frío y suave. Y eso está todo bien, habla de que somos distintos.
Pero cuando llega a la ideología ahí nos agarramos todos a patadas.
Es tomálo o déjalo. Lo aceptás como te lo dan o estás fuera.
Y sino compartís mi ideología política o credo religioso entonces estás afuera, como si habláramos de fanatismos (Beatles vs. Rolling Stones o Boca vs. River).
El fanatismo surge y la mente se vuelve olvido.
Necesitamos incentivar la discusión, compartir las diferencias.
Aunque nos pongamos violentos (porque nos jode que otro nos diga lo que no queremos escuchar), aunque nos pongamos nerviositos. Porque nos damos cuenta que muchas de las cosas en las que creemos son eso: Creencias. Y una creencia puede ser refutada con varios argumentos, fácilmente.
Llegar al fondo, luego de una lucha (verbal o a panazos) es más sano que
seguir encerrados en nuestra visión ombliguística del mundo y mirando con desdén a quien no piensa como uno.
Después de todo si uno quiere divertirse en una reunión, siempre los mejores chistes son sobre religión, sexo o política.
Así que si de eso no se habla, que por lo menos nos genere risa.