Friday, November 23, 2007

La angustia de la hoja a rayas



Hoy fui a comprar un block especial. Estoy por empezar una Novela.

Busqué y miré varios. Algunos más interesantes que otros, pero ninguno con hojas en blanco.

Había con rayas claras y más gruesas (leáse personalizado), con fechas (por qué todo tiene que ser registrado secuencialmente), con columnas (para contabilizar las ideas), con cuadrículas (porque sin ancho no hay orden perfecto).

Odio escribir siguiendo líneas, te limitan, te ordenan, te impiden dibujar en medios de las palabras o jugar más libremente con ellas.

Finalmente, conseguí uno más o menos apropiado, a pesar de sus obsesivos renglones.
Hacía mucho que no escribía.

Venía como un tren a mil km/hora.

Mi cuerpo dijo basta. Y saltó el tendón de Aquiles. Y, como una gomera certera, dio justo en el centro de mi orgullo. Y caí abatido, no en el court de tenis mientras jugaba a ser Batata Clerc contra Erhart (que estaba más inspirado que Nalbandian luego de ganarle dos veces seguidas a Federer y a Nadal).

Caí en cama, luego de uno días, sin operación posible. Muletas, yeso (en realidad una bota plástica con velcro …) “How cool !” me dijo una chica en el ascensor. En Manhattan, hasta el más tonto accidente puede revolucionar la moda…

El tren se estrelló contra una pared, no hubieron víctimas mortales. Pero quería –lo juro- tratar de llegar en cruise control a final de año. Esa posición que implica mantener la velocidad pero con un consumo eficiente de energía. Pero las tragedias (griegas, argentinas, Latino Americanas…) siempre vienen juntas.
Herido una vez más… Me llamé a silencio. Me quedé sin palabras. No porque no tuviera nada que decir. Sino porque mi pierna se llevó toda la atención.

La rotura dejó claro que ya me había estirado al límite de lo posible. No más palabras, Su Señoría.

Mi yeso se volvió el tema de conversación obligado, tanto casual, como repetitivo. Incluso hasta para mi sueño que, ocupado en conversar con ella, se olvidó de no me bastan 3 horas de descanso por noche.

Moi - eterna compañera - hizo a las veces de muleta y de enfermera. También ella perdió su sueño (jugaba a las escondidas con el mío).
Como una paradoja, mi cabeza siguió acelerando. Mi cuerpo enlentecido, obligado a lidiar con los obstáculos físicos de la ciudad y el bosque.

Ahora quiero desacelerar un poco. Y escribir. No éste Blog. O sí, pero no sólo este Blog.

Quiero retomar la (idea) (fantasía) de escribir una novela. No tengo trama. No tengo claro el tono o género. Ninguno de los personajes aún tiene nombre ni edad ni rasgo alguno. Aún no pensé cuál será el disparador del relato. Ni para qué la voy a escribir ni si terminaré en un año, 10 o me llevará toda mi vida.
Sólo sé que empiezo hoy, no el lunes.

Así que los dejo. Voy a enfrentarme a la angustia de la hoja en blanco. Perdón, debí decir hoja a rayas…

Thursday, July 19, 2007

Anochecer de un día agitado



Ayer, 18 de Julio, fue el cumple de Moi. Habíamos planeado ir a andar en bici temprano, antes de salir para el trabajo. Lamentablemente el día empezó con una bruta tormenta; la inesperada lluvia, aguó el intento de bajar mi colesterol (parece que mis nervios lo han subido más del límite que la ciencia acepta).

Luego, una reunión con un posible nuevo cliente, generó otro caos. Nunca llegamos o, mejor dicho, lo hicimos pero casi cuando la reunión terminaba. Teníamos la dirección mal, dimos mil vueltas entre los paraguas de la gente. Recuerdo que en ese momento pensé que los americanos viven una vida tan predecible que hasta la lluvia los enloquece al sacarlos de su rutina. Con Silvina, terminamos en cualquier lado. Aprendimos una lección tardía: las calles paralelas no siguen la misma numeración en NYC.

Finalmente, nos explicaron cómo llegar y aparecimos en el edificio, a un par de cuadras de Grand Central Station, donde nos habíamos encontrado hace una hora…

La reunión al final salió bastante bien, pero el día deparaba nuevas sorpresas.

A eso de las 6 y pico, partía para encontrarme con Moi en Grand Central para cenar en NY. Justo llama Daniel desde su celular a Silvina para decirle que lo habían evacuado de su oficina, cerca de la 42. Aparentemente, un edificio se había derrumbado. Había caos por todos lados, no sabía para donde ir.

Busqué en Internet y ni noticias. Recién al llegar a la zona, pude saber qué pasaba. Una cañería de agua había estallado dejando un enorme cráter en la ciudad en pleno “rush hour”.
Los ciudadanos reaccionaron como si fuera un ataque terrorista, todo el mundo corría y corría. Incluso cuando ya había pasado más de una hora. Mucha desinformación, mucho miedo. Yo caminaba en dirección al lugar del accidente, junto con unos pocos. Parecía Pamplona, todos corriendo desesperados, pero los toros no aparecían por ningún lado.

Me sentía como un ridículo, yendo en dirección opuesta a la masa nerviosa. A pocas cuadras, se veía una densa columna de humo. Qué hago manteniendo la calma. Pero bueno, tenía que encontrarme con Moi. No la iba a dejar sola. Lo único que me importaba era estar con ella. Además la lógica indicaba que había explotado un caño y ya. No te podías acercar a la zona, los subtes que llegan a ese área, habían sido desviados. Todo por precaución. Pero no había riesgo de nada.

La cantidad de autos de bomberos, de policía, de ambulancias… No es la primera vez que New York sufre un accidente. Pero el sabor amargo del 9/11 generó un despliegue de fuerzas que superaba a la más exagerada de las películas de Hollywood. Las caras de la gente parecían que había explotado media ciudad y muerto otro tanto. Corrían desesperados. Unos curiosos sacaban fotos. Yo caminaba en dirección al humo. Hablando con Moi por celu para acordar un punto de encuentro ya que a ella la iban desviando en cada cuadra.

Al final del día, la cena, muy bien. El lugar, Terrace in the sky, un restaurant francés con una vista espectacular. New York vista desde arriba, con sus edificios y mágicos puentes, parecía otra ciudad, no la de hace unas horas.

La comida bien, la compañía insuperable. Brindamos con Moi con un corpulento Chateauneuf-du-Pape. El caos ya había quedado atrás. La Ciudad se iría a dormir con una herida más, no la más grande, no la última. Al día siguiente, de pie como siempre, con su furia, como si nada hubiera pasado. Sólo un día agitado que había quedado atrás…

Friday, July 06, 2007

Belleza Americana


“A veces el sueño americano se puede convertir en una pesadilla" -grafiti latino en NY-

Todos los años, millones de personas se van de su país en busca de un sueño. Están los que, como yo, sueñan con el cambio y cualquier puerta que se abre es un buen destino. Están los que se creen todo lo que ven en las películas y quieren tocar ese sueño, vivirlo, sin que nadie los despierte. Están los que deben huir de la pobreza, y salen en busca de trabajo, de comida, para poder sobrevivir.
Estados Unidos, por su tradición de crisol de razas, nación de inmigrantes y grandes posibilidades termina siendo uno de los destinos predilectos.
Y hoy el impacto de la inmigración (legal e ilegal) es tan grande que está generando un debate que va a determinar el futuro social del país. Los medios y los políticos quieren simplificar un tema complejo. Y la gente se opone o está favor sin entender las implicancias.
“My land is your land” (or my land ?)….reza una típica canción que enseñan en el kidergarden y que Fausto cantó en su fiesta de graduación…de pre-kinder.
Al darse cuenta del creciente volumen y poder que toman los inmigrantes, la reacción general es a la defensiva. Atacar el síntoma y no el problema.
Se construye un muro de 700 millas para que los mexicanos no pasen, argumentando que así no entrarán drug dealers o terroristas. Pero no pueden detener a los familiares que cruzan por avión con un pasaje pagado por los ilegales que están trabajando… cobrando sueldo en moneda legal.
En Arizona, hace dos días declararon ilegal tomar inmigrantes ilegales (se suponía que siempre lo era…). Esto, dicen, evitará que sigan cruzando la frontera…
Pero el sentido de supervivencia es más común que otros sentidos. La gente va a donde pueda conseguir trabajo. O sea a ciudades más pluralistas o tolerantes. Y así es que los inmigrantes se mueven cada vez más al Norte. Basta mirar las cocinas de los restaurantes Thai, franceses, italianos… etc de New York… los cocineros son mexicanos…
Ahora, con la frontera… lo único seguro es que a los que ya están no van a poder salir.

Hace un par de semanas se cayó el “Immigration Bill”. Una suerte de amnistía para los inmigrantes ilegales, a la vez que endurecía la entrada de nuevos inmigrantes legales y no.

Un día antes de la votación, un grupo de conservadores iniciaron un movimiento online (lobby). Aquellos que entraron ilegalmente deben ser echados, decían. Y tocando la fibra local, lograron convencer a los legisladores y el proyecto fue a dar al suelo.

Algunos datos interesantes. Existen cerca de 35 millones ciudadanos extranjeros viviendo en los Estados Unidos. Cada año, se muda 1 millón de extranjeros a vivir a USA. Hay más de 12 millones de inmigrantes ilegales. Cerca del 16% de la población de US son latinos (legales y no…). Cinco de las principales ciudades americanas (Miami, NY, Houston, San Francisco, tienen una población de cerca de 20% de Hispanos o Latinos…)

La otra cara son los que ven a los inmigrantes como mano de obra barata o especializada, porque no todos los inmigrantes vienen a limpiar baños. Las empresas de tecnología se quejan porque no podrán traer mano de obra calificada del extranjero (ej: India) como hacían hasta ahora. Los dueños de campo no consiguen quién coseche (como ejemplo, cerca de % son irlandeses). En el país del “Do it Yourself”, hoy todo es “ready for microwave” (sin esfuerzo y en pocos minutos).
Los políticos también reaccionan.

En ciertos Estados, se les provee a los ilegales de un pseudo Green Card local. Esto les da legitimidad como ciudadano de un pueblo x. Les permite trabajar, pagar impuestos, pedir préstamos siempre y cuando se comprometan a residir en una zona determinada (y hacer tareas que los americanos ya no quieren hacer). Incluye la garantía de que la policía local respetará todos sus derechos.

El gobierno mexicano no pierde el tiempo: con más de 47 consulados en Estados Unidos emite ID para que sus más de 11 millones de ciudadanos ilegales no tengan problemas con los bancos o la policía.

Bank of America (sí, el mismo…) ofrece hipotecas y tarjetas de crédito a inmigrantes ilegales. Tienen necesidad de viviendas y están dispuestos a pagar… intereses altos…

Hay un paper del Gobierno americano que muestra las dos caras, los inmigrantes toman trabajos que los americanos no quieren hacer. Si no, habría que pagar muy caro a americanos para que hicieran esos trabajos pero a la vez evita importar productos de países tales como China (y así no apoyar el crecimiento chino). La parte negativa –según el informe- es que se reduce el income promedio (o sea la imagen de país próspero) y se fomenta la inmigración.
Los latinos, la mayor comunidad de inmigrantes, contraatacaron. Univisión hizo una campaña incentivando a que los latinos se hagan ciudadanos americanos. "Juntos sumos más y desde adentro podremos hacer el cambio". Una tal Ms. Duverge le dijo al NY Times que siguió el consejo de la campaña, porque no quería perder las cosas logradas con su trabajo. Y que ahora va a poder votar… y cuando lo haga, tomará en cuenta cómo los políticos trataron a los inmigrantes (legales, ilegales, antes, ahora…

Por la misma razón, sube la cantidad de personas que quieren nacionalizarse. Por temor a no poder renovar su estadía en USA y perder su trabajo, su casa, etc. optan por la nacionalización como una manera de protección. Y con la reciente caída del immigration bill el temor es aún mayor. El gobiero reacciona aumentando en un 67% el costo de acceder a la ciudadanía americana e introduciendo nuevos exámenes (de inglés y conocimiento cívico –historia y política americana) como una forma de frenar a los interesados.

Con el nuevo precio de $675 por persona, el gobierno recaudará más de $474 millones de dólares por las más de 702 mil personas que pasarán del otro lado de la línea. A modo indicativo, la licencia de conducir sólo cuesta $80.

Nota de color son los que ayer festejando el glorioso 4 de Julio juraron por su nueva ciudadanía protegidos de la copiosa lluvia con su simpática capa de Mickey Mouse (la foto fue tomada en Cinderella’s Castle at Walt Disney World lugar perfecto para acceder a la ilusión del sueño americano…)

Pd: para lo que amantes de la libertad y la libre convivencia, visiten este site: http://www.illegalaliens.us/

Sunday, April 15, 2007

Manchas de Café


Ayer me perdí caminando un rato por TriBeCa, que es como el SoHo, distinto pero con esa capacidad de evocar. Fue como una pequeña aventura porque me alejé la misma distancia de siempre, sólo que del otro lado de Hudson Street. TriBeCa es como Puerto Madero, con sus grandes docks de ladrillos, enormes edificios que se suceden uno a otros. Caminar por una vereda ancha, del otro lado de la calle, muchos restaurantes. Varios ya han sacado sus mesas a la calle acompañando los primeros calorcitos. Algunos personajes andan en remera, skaters en la calle, las madres con sus niños en una plaza eventual, que aparece mientras los edificios cambian de colores y de ventanas. Todos con esa apariencia de la Era Industrial, ahora devenidos en lugares modernos con mesas generosas y clientes que se prestan a grandes charlas.

El invierno es un General orgulloso, se bate en retirada pero haciéndose notar: mientras escribo, cae la mayor nevada del año.

Martín me dijo que hago que Nueva York parezca linda. ¿La imagino mejor o es simplemente que no la conozco? O todavía me sorprende. O ella se sorprende al verme a mí, un Latino en Nueva York, caminando su soledad por ahí.

En la calle, la nueva campaña de Starbucks, juega con las manchas que dejan las tazas de café en los manteles de papel. Suena pretenciosa: sus vasos descartables no tienen la magia de un pocillo manchado de El Británico en Parque Lezama. El café de Starbucks tampoco es tan rico. Además, cuando pedís un expresso te preguntan cuántos shots. Los americanos tienen la particularidad de cuantificar todo. Y en ese proceso, eliminan al placer. En vez de soñar con un rico café, lo miden en shots. No te comés un riquísimo y enorme bife, te ofrecen un Rib Eye Boneless de 12 onzas. Nunca me pasó preguntarme cuántos shots de expreso quiero en mi taza… Ni pensar en cuánto pesa un bife en un restaurante. Este extraño ejercicio, me ha quitado las ganas de comer carne. Nunca comí un Havanette mirando la tabla nutricional, y son ricos.

Vuelvo a la caminata, perderme por unos minutos que parecen horas, buscando eliminar a los malos espíritus, como si a cada paso fuera a dejar una parte de mí. La necesidad de desahogar tanta presión.

El lugar parece Puerto Madero pero con un aire a la Calle Corrientes. Acá hay más Starbucks que esquinas, pero siempre aparece una cafetera italiana generosa. Faltan aquellas servilletas de papel, blancas con las líneas en azul. Aquellas que acompañaron charlas de horas, también en pausa, cuando el tiempo era un espectador más. Servilletas que servían de pizarrón para delinear futuros proyectos, o pantallas para proyectar los sueños. Pequeños depositarios de una frase célebre, que nunca nadie llegará a conocer. El mejor papel para un dibujo espontáneo, portadora perfecta de unas palabras de amor o de sutil complicidad. La misma servilleta que alguien guarda en su bolsillo, y se abre después de mucho tiempo, transportándote a esa calle Corrientes. El humo de una pipa se funde con los cigarrillos de las mesas largas en historias, cortas en espacio, pero con lugar para soñar.

La última vez que caminé por Corrientes me sentía un extraño. No era la calle de los cines fríos, de aquellas caminatas de invierno, de ese beso que no fue o aquel otro que volvió sin que lo esperara. Quizás era yo el extraño, distinto. Y ella no me podía reconocer.

Será que conozco tanto a mi Ciudad, que la veo siempre igual, que no noto sus cambios. Como si el recuerdo de las cosas que he vivido, impiden que ella crezca. O quizás de tanto conocerla, la ignore. Como quien de ver tanto a alguien, olvida de ver sus detalles, sus sutilezas, sus gestos, sus guiños. En definitiva, su esencia.

El ritmo de la cuchara dando vueltas en la taza… Miro mi cabeza y parece un gran mantel de papel. Lleno de manchas de café, lleno de recuerdos. Cada una empieza a hablar: se confunden las voces, las charlas, las bocas, las compañías.

Tomo un trago, el último. La charla llega a su fin. Salgo y empiezo a caminar. Las voces de las manchas de café caminan conmigo.

Wednesday, March 14, 2007

Terapia (de una adicción) Digital


El otro día, después de un par de largas sesiones de chat, con un amigo (cuya identidad pidió no revelar) hicimos un trato. Por cada sesión (de terapia) por ese medio, íbamos a juntar una botella de vino. Así cuando nos veamos en un par de meses, tendremos unos cuantos tintos para disfrutar juntos. Y olvidarnos de esas preocupaciones que nos llevaron a esta terapia digital…

Ayer me sentía realmente muy mal. El cuerpo me pasó varias señales y todas coincidían en el mensaje: estaba pasado de rosca y necesitaba parar. Traicionando mi naturaleza, puse el freno de mano y me acomodé en la cama. Como quien se prepara para ver un ciclo completo de Hitchcock: control en mano, café ya terminado en la mesa de luz, todo pintaba como un día prometedor.

La cabeza no dejaba de pensar en las responsabilidades (pero ya sabemos que no sabe hacer otra cosa…). Pasó un rato, todo venía bien. No había nada en la tele, a pesar de los 500 canales con las últimas películas de estreno. En el DVR un par de películas de esas que no había llegado a tiempo a ver, estaban listas para semejante momento. Al fin y al cabo, tantas horas trabajadas de más, tantos fines de semana, tanta locura, que un día en casa no mataría a nadie y, al fin de cuentas, estaba el teléfono.
Hablando de teléfono, sonó casi en simultáneo mientras decidía qué mirar. El primer llamado y ya esa sensación de que la única diferencia entre haberme quedado en casa y la oficina, eran simplemente los ciervos que veía por la ventana.
Al rato, llamado va, llamado viene, la luz roja maldita, aquella que indica la llegada de un nuevo email en la Blackberry se prendía a una velocidad más rápida que mi ansiedad (aquella que teóricamente iba a bajar luego de un descanso merecido). Los emails parecían balas perdidas, muchos sin dirección, pero siempre uno termina matando.
Al final, eran tantos que opto por prender mi Sony Vaio y así contestar más rápido. Pop-ups varios, el Messenger abre la sesión automática y ya hay cuatro ventanas con conversaciones -temas distintos, remotos lugares- pero un tema en común: trabajo. Contesto un par con una mano, con la otra sostengo una conversación, y con la tercera voy leyendo emails por arriba. Opto por decir, basta. A cada uno que llama o conversa, les explico mirá estoy en casa… un ataque de stress… nada grave pero necesitaba cortar. La preocupación parece sincera, porque diseminan el mensaje y son más las ventanas y los emails preguntando por mi salud. Pero con la misma velocidad, que se disemina el virus, ya empiezan a tirar bombas y preguntas y temas que necesitan mi decisión. Todos tienen su punto de vista pero nadie quiere tomar la decisión, total es martes 13. Y, si estás en la computadora, es que podés contestar, parece ser el razonamiento.
Así fue un insomnio permanente, tanto que llegaron las 4 y pico y me percato que aún no he comido, peor que en la oficina. Ya pasaron 3 películas que puse y de ninguna pude ver más que un tercio. Todo un récord.
Joe Gideon: [repeated line] It's showtime folks! Escena de All That Jazz . En el hospital los médicos lo descubren fumando a morir, tomando, corriendo a las mujeres. “Bye bye, life”. Como una jornada más de trabajo me logro desconectar a las 8. Menos mal que zafé el viaje de tren digo, como buscando consuelo.

La comunicación y la compulsión. La cantidad de medios que nos permiten lo que se llama Ubicuidad (estar en todos lados, en todo momento, en todos lugares a la vez). Y lo que es un regalo magnífico (ampliar los horizontes, poder tomarte un día para estar con la flía pero que las cosas del trabajo no se caigan, o mantenerte en contacto con los amigos que están lejos a pesar de que se los siente cerca, o facilitar la interacción con otros países), se transforma en una pesadilla.

Levantarse a la mañana para ir a mear y mirar la lucecita de la Blackberry a ver si está roja o verde. Y pensar, miro los emails o sigo de largo. O llegar a casa con la notebook y decir, la prendo o no la prendo. O tener 20 mensajes en el voice mail del laburo mientras estás con un llamado y vas escuchando algunos, mientras seguís la conversación por otro teléfono, y cada tanto también lees o contestás un email.

Suena frenético y ridículo. Por eso tengo que hacer algo para cortar con esta locura. Esta adicción digital no puede seguir así.

Abro la ventana que algunos usan para fumar. Tiro el teléfono del trabajo, que se destruye al chocar contra King St. Arrojo mi Blackberry al Río Hudson mientras camino por Tribecca. Sólo me falta deshacerme de la Vaio. Un amigable homeless la acepta con total agrado. Ya estoy libre…Me he liberado…

Sin embargo… miro por la ventana del tren. Aún falta para llegar a casa. “Me la prestás?” –digo con cara de quien no quiere soltar un regalo- “ Aguantame unos minutos más. Todavía faltan un par de estaciones más, necesito terminar de escribir este Post… sólo me faltan unas palabras…”

Saturday, March 10, 2007

A Latino in New York


I don´t drink coffee I take mate my dear” -canta Sting en mi cabeza- “And you can hear it in my accent when I talk, I´m an alien I´m a legal alien… A Latino in New York…"
Mi primera semana en la gran Manzana. Empezar un nuevo trabajo justo después de Año Nuevo. La nieve aún no había llegado pero la magia ya caía del cielo.
El tour guiado por la agencia parece el sueño del pibe. Una agencia de más de 400 personas. Una cosa es haber estado una que otra vez, en varios viajes, en agencias grandes, pero sólo de paso, por una reunión, por unos días.
Ahora, recorriendo los pasillos en donde -en enormes salas de reuniones- se ven infinitos premios acumulados como si nada. Nunca vi tantos juntos. Cannes, London Festival… pero los que más me llamaron la atención fueron los CLIO.
Cuando yo empecé en esta maldita (pero bendita) profesión los CLIO eran el premio más deseado. Pienso en mis influencias, mi hermana me llevó a su maestra de arte para que me diera unas clases de dibujo. “Gustavo no tiene el carácter para publicidad, es un ambiente muy competitivo y difícil” – le dijo Marta. Yo era un adolescente pero con las cosas claras. Mi hermano Edu me prestaba sus revistas Mercado, en ese momento Alberto Borrini era la voz ardiente de la publicidad. Y los publicitarios argentinos acariciaban sus CLIO cuando subían al escenario en New York como quien nace de nuevo. Madison Avenue era “la” avenida de la publicidad y todo parecía tan lejano para mí…
Después fui creciendo, cambiando y pasando por varios lados. En su momento me ofrecieron trasladarme a trabajar en Strategic Planning a NY. La oportunidad de trasladarnos con Moi, aún no estaban los chicos, vivíamos en un loft en San Telmo… pero no hubo acuerdo.
Ahora acá es muy raro… Con chicos, pero viviendo en los suburbios. La agencia está casualmente en el SoHo. Una zona que me recuerda a mi primer viaje a NY. Me recuerda a “After Hours” una psicótica película de mediados de los 80 de Martin Scorsese, una especie de cult-movie que transcurría en el SoHo, que todavía era un barrio de artistas, el lugar que vió nacer a los lofts… Parece una particular coincidencia.
Hoy es una zona con mucha movida: arte, diseño y comida, pero con mucho menos marginalidad y los precios por pie cuadrado que han subido hasta las nubes. Igual, en sus pequeñas grietas y fisuras, yo aún percibo ese aire de marginalidad y locura. Aún esta en el aire. O en su infinidad de restaurantes, todos con su magia, su comida espectacular y que invitan a interminables charlas. Y pasa que, cuando querés volver a uno que ya fuiste, te resulta imposible encontrarlo; como si aparecieran y desaparecieran de repente. Parece un juego de la imaginación, como un cuento de Cortázar.
Vuelvo a hoy, a esos pasillos de una gran agencia. Un latino (ese es el nombre de moda que reemplaza a US Hispanics, o sea a los Latinoamericanos que vivimos aquí…) que viene a armar una agencia para hacer campañas para Latinos dentro de una gran agencia… llena de americanos.
Hoy soy el mismo, aunque parezca otro. Con los pies un poco más en la tierra, pero mis alas siguen fuertes, igual de intactas.
Esa primera semana fue frenética. El viernes terminé grabando para CNN en español una nota. En un par de semanas entrevista con Advertising Age. Si te la crees estás jodido. Es que esto es un juego a gran escala, y uno un jugador que no debe perder la cabeza ante semejante tamaño. Todo puede pasar aquí… lo bueno y lo malo. Y todo sucede con la misma velocidad, los despegues y las caídas.
No hay ciudad que ame más que Paris donde me sentí como en casa desde la primera vez en la visité. Con New York tengo esa relación de amor-odio. Como la que se puede tener con una mujer que viste sus mil capas cambiantes de feminidad.
Los hombres no entienden a esa mujer, tratan de comprenderla con su racionalidad masculina. Ella puede pasar del amor a la distancia, de la soledad a la locura. Puede ser apasionada o indiferente, sin dejar de ser ella misma. A matarte con su mirada o mirarte como si no valiera la pena matarte. Puede ser parte de la indiferencia del día o despertarte con su mágica sonrisa. Todo ella, sin escalas intermedias, sin cambiar de día.
Las mujeres tampoco se entienden entre sí, pero no les importa. Son hábiles jugadoras, y se llevan bien sabiendo eso. O a veces, es tal la complicidad, que terminan creyéndose ellas mismas que se entienden. Buscando puntos de encuentros, rozándose con sus cambiantes vestimentas y maquillajes, con la ductilidad de sus pensamientos, con la magia de sus sentimientos.
New York y Buenos Aires son dos mujeres muy distintas, pero se miran y se llevan bien. Yo no las entiendo. Ellas tampoco, pero se ríen despacito mientras caminan juntas, lado a lado, por mi cabeza… que no para de volar.

Tuesday, March 06, 2007

Hoja de Vida (de un American Psycho)


Volvía en el tren. El escenario el mismo, pero en compañía de Moi, Silvina y su marido. La noche venía de rica cena en un restaurante mexicano en Tribeca. Luego un bar con voces violentas como esos tragos que te cambian el nombre. A modo de postre, una noche de jazz que no fue... quedó en el insomnio.
Fedex irrumpe en el Messenger. Arreglamos para Mayo. Nos vamos a ir de recorrida a escuchar el mejor jazz neoyorkino, a descubrir los antros más subterráneos, más llenos de humo (pero con un negro con gorra custodiando la entrada- agrega- con el preciosismo de un detallista).
Eran ya más de las 3 de la mañana. Caminando por el andén el humo de nuestras bocas sobrevuela la locomotora eléctrica y sus vagones que se alejan.
Bajamos la escalera como un ritual que se repite. Sólo que la inesperada figura de un americano VP (Very Proper) nos corta el camino. Nos habla con angustia pero sin perder la calma. El señor en cuestión se quedó dormido en el tren. Venía de NY, copas de más, un poco de sueño, ahora despierta cuando ya pasaron varias estaciones y suficientes trenes como para que no hayan más hasta el otro día.
Nos pide ayuda. A dónde llevarlo, dónde conseguir un taxi. Ni idea (aún somos turistas en nuestra propia área). Ya es muy tarde.
Mi imaginación parece el redoblante de la batería de Art Blakey. Me parece que este señor bien puede ser un asesino serial: vestido impecablemente con su pelo perfecto como recién preparado para ir a trabajar. Cualquier por mucho menos estaría con todo el traje arrugado, la baba haciendo piruetas y una voz de puteadas que nadie aguantaría. El no, no se inmuta, nos habla de su tragedia como quien pide cambio para comprar el diario.
Después de esta imagen, opino que sigamos de largo. A dónde llevarlo. Daniel tan impávido como el amigo, no dice nada. Las mujeres insisten: hay que darle una mano.
La bondad de Moi puede más que mi cabeza y ahí estamos los cinco dando vueltas en medio de Connecticut donde los árboles son de nieve y hace tanto frío que ni la noche quiere asomarse a la calle.
Esperando lo peor, la puñalada mortal, algún gesto de agresión contenida, pero nada. El señor continúa hablando. Moi le hace el aguante y le habla tratando de contenerlo (será sólo su buena onda compasiva o también teme lo peor y prefiere no despertar a la bestia dormida…).
Los taxis no aparecen, nuestro American Psycho, nos pide que lo llevemos al Police Station más cercano. Así lo hacemos y nos despedimos de una historia ridícula que nos acaba de robar 40 minutos de sueño.
Yo sigo fantaseando, el señor entra y mata a los policías de turno, luego nos buscan a nosotros los latinos que lo dejamos ahí, conduciendo un auto que aún tiene la patente de Puerto Rico (por suerte a la hora de escribir esto, Moi ya la cambió por una de Connecticut… así que no podrán encontrarnos…)
Mientras sigo pensando en este pseudo asesino serial, cuál será su hoja de vida. Pudo haber sido él, u otro ser humano común. De esos personajes que uno se encuentra en la rutina cotidiana. Esas personas obsesionadas con los detalles, que todo lo analizan y lo especifican y lo categorizan y lo clasifican. Personajes que hacen estadísticas de la vida, matrices para ubicarse en las calles (en vez de perderse en ellas). Asesinos en potencias reprimidos por su incapacidad de acción, disfrutan haciendo un modelo de control de gastos mientras hace el amor con la camisa que nunca se arruga y su corbata centrada justo en el medio del cuello.
Fedex re-irrumpe en el Messenger y me vuelve a la realidad. Me pregunta cuán complicado es armar un currículum. “Nada. Si sabés lo que querés contar, es simple” –respondo. “Y cuánto te podés tardar en actualizarlo?”. “Como mucho media hora” - le digo sin saber a dónde quiere llegar. Y me hace pensar en el mío propio. Cada vez que lo actualizo, a medida que voy sumando experiencia, lo que hago es contar más cosas en menos líneas. Hace unos diez años necesitaba 3 páginas, hoy basta con un par de párrafos.
Será que uno ya ha logrado tantas cosas, que bastan los titulares. O simplemente que, con la perspectiva del tiempo, las cosas pierden importancia: uno las mira con más objetividad y puede resumirlas más fácilmente.
Entonces pienso en este blog. Si fuera mi currículum de Tormentas, cómo lo sintetizaría, cómo lo acortaría. ¿Resumiría cada post en uno o dos párrafos? No, mejor me quedo con los títulos… o mejor sigo y corto más…
Tanto lo acorto que desaparece, queda en nada… como yo que me desvanezco con éstas mis últimas palabras.

Friday, February 23, 2007

The Underdog


Título en inglés, la ciudad es New York.
Caminata lenta, fin de la tarde de un viernes. La culminación de semanas sin dormir, sin tiempo para uno, para la familia, para nada. El fin de una larga y tensa espera.
Reflexiono qué hago en esta ciudad que un día es mágica, al otro te seduce con esa mirada de mujer apasionada y otro día te fagocita en su ritmo de múltiples esquinas.
Cambiar de lugar no es sólo un ejercicio físico. Cada lugar es un desafío, un nuevo reto, lo incierto que te mira y pregunta: “Podrás conmigo?”.
Pienso en mi carrera, en los múltiples cambios.
“Stay in the trenches” – recomienda John Milton (Al Pacino) a un joven y ambicioso abogado (Keanu Reeves) en The Advocate´s Devil mientras se suben al subte para mezclarse con el mundo real.
Cada día al tomar en subte pienso en esas palabras y observo. Un gran creativo me dijo, los grandes escritores escuchan y miran, mientras los vanidosos actores de la vida ocupan su tiempo peleando por protagonismo.
Haber pasado de un lugar a otro, como volviendo a empezar. Una vez que un trabajo llegaba a la cima, buscar otro desafío. Empezar lo que todos dicen que no se puede. Y depende de uno sacar esa locura, las ganas de lograrlo, y al final del día decir “ok, se pudo”. Y sonreír bajito mientras los que ponen el palo en la rueda no entienden cómo.
Cuando me mudé a NY fue para re-lanzar una empresa que venía de varios fracasos. Todos decían que no lo tomara, que era una locura. Llegué y sin apoyo, muchos pusieron (y ponen) el palo en la rueda. Era como un espía de esos al que sólo le reconocen la identidad si la misión sale bien, pero si fracasa niegan su existencia. Ahora todos salen de las sombras…
John Milton: “Don't get too cocky my boy. No matter how good you are don't ever let them see you coming. That's the gaffe my friend. You gotta keep yourself small. Innocuous. Be the little guy. You know, the nerd... the leper... shit-kickin' surfer. Look at me”.
[stops and pauses]
John Milton: “Underestimated from day one. You'd never think I was a master of the universe, now would ya?”
Esta vez The Underdogs fuimos un pequeño equipo, recién armado, recién llegado a esta ciudad devoradora. Competimos contra varios peces grandes, estructuras inmensas, con todas las de ganar. Pero nosotros teníamos la garra y la pasión de quien está convencido de lo que quiere. Y que sabe que puede. Nos debemos un gran abrazo y una botella de vino.
La Blackberry es una RedBerry, arde por la cantidad de llamados y emails de todos lados. Todos con la mejor onda.
Mi vista se nubla un poco, mis ojos se humedecen. No sé si es el humo del cigarro del festejo, o si son los pequeños copos de nieve que imagino caer.
Ganamos la cuenta. Los que éramos The Underdog hoy vamos a festejar.
Valió la pena tanta trasnoche satelital (ver post anterior).
La ciudad me hace un guiño y me invita a cruzar la calle. Mis pies ya no tocan el piso.
Por el fondo, Sting cantando en vivo “Walking on the Moon” . La música se pierde, yo empiezo a festejar.

Saturday, February 17, 2007

Trasnoche Satelital


Son casi las 5 de la mañana, el taxi recorre el Río en dirección a Washington Bridge. El skyline iluminado de NY se aparece de repente. Como un recordatorio de dónde estábamos. Tantos días y noches de trenes y subtes que llegué a olvidar que estaba en New York. La ciudad es una bella mujer olvidada que amanece, mientras nosotros nos vamos a dormir sabiendo que mañana será otra larga jornada. Como la película del día de la marmota (“Groundhog Day”), cada mañana me levanto y parece que todo se repite, que nada hubiera avanzado.
Hace varios días que no dormimos más de 4 horas. Estamos en medio de un pitch muy importante, no sólo por lo grande e interesante. Sino por lo oportuno -recién empezando- puede acelerar las cosas inesperadamente.
El mundo parece que se acaba, todos los que tenían que dar respuesta, están ausentes: faltan pocos días y no tenemos campaña. Nada como una caminata por el frío del SOHO, comer una rica pizza tratando de detener el reloj asesino, mientras por la ventana la gente pasa a otro ritmo. Detener un segundo todo, olvidarse de todo, charlando bajito como si todo fuera a fade-out.
Ya es de noche ese viernes. Los españoles nos deslumbran, sacan conejos de la galera y la campaña está viva nuevamente.
El fin de semana es un más de lo mismo. Más noches que no terminan y la risa es el único aliado cuando querés matarte por estar laburando todos los días a cualquier hora. Y te reís porque estás disfrutando, el momento, el desafío, la adrenalina. Y sentís que vale la pena.
El domingo termino en el aeropuerto, un quilombo en Puerto Rico me obliga a viajar (no podría haber peor momento). Son las tres de la mañana y en el cuarto del hotel email va y email viene: la presentación empieza a tomar forma. Ya era hora...
Al día siguiente, los problemas se resuelven rápido, todo a velocidad acelerada, logro adelantar el vuelo. Son las 7 de la tarde y el taxi amarillo, ya va camino a la oficina. El equipo espera, me fui por unas horas y sentí que hubiera desaparecido por días. Silvina me clava esa su mirada como queriendo clavarme la bombilla del mate en la espalda; Jorge se pelea con un japonés que lo empuja adentro del ascensor mientras nos entrega una orden de sushi para 6 que parece para 20 personas; una gorda americana mira la yerba con cara sospechosa -"It´s legal"- dice María- ante la suspicacia de la mujer .Todo es surrealista.

Estas presentaciones generan un grado de intimidad como una comunión imposible de explicar para quien no ha pasado por esto varias veces. Nosotros, los extraños, nos entendemos con la mirada. Nadie quiere decir una palabra de más, el horno no está para bollos.

Llega el preciado momento y todo fluye. Cuando las luces se prenden, el show comienza. Se escucha “Desire” (U2) y todo toma velocidad y ritmo. Nuestro deseo común, el esfuerzo compartido, superar los 500 obstáculos y estar ahí. Preocupado porque todo cerrara, no había tenido tiempo ni de pensar qué diría. Sin embargo, las palabras no me traicionan, salen desde adentro y empiezo a tomar temperatura. Al final de todo, tanta energía tanta pasión puesta en estos días, no podían hacer menos por nosotros. Ya no pensás que llevás dos semanas sin dormir o que sacrificaste todo por estar ahí, en ese momento en ese lugar preciso, en esos zapatos que aún tienen nieve. En el momento cumbre, los creativos hacen de las suyas: uno contra la pared personificando a una mujer, el otro a un policía que en vez de arrestarla, la besa apasionadamente. En medio de esta escena salida de “La jaula de las locas” pienso que todo se va a ir al demonio, pero estamos tan jugados que –hasta el cliente- se ríe y todo sigue adelante. Aplausos, éxitos, felicitaciones y lo demás.
Salimos de la presentación. Caminamos por la nieve de New York, como pisando huevos. Pero la felicidad y la emoción están en las caras. Como si hubiéramos ganado un campeonato, los abrazos y las felicitaciones vuelan. Nadie pensó que fuera a salir tan bien. Hacía tiempo que no sentía esa sensación de química y contundencia. Tan pocos, pero hicimos tanto. La felicidad de volver a trabajar con gente extremadamente talentosa, el sueño del dream-team se hace realidad.
Será un gesto del destino, una nueva oportunidad o una sensación de despertar y listo. Un ultimo abrazo marca el adiós, el avión va a salir y todos para el aeropuerto. Nos quedan las ganas de celebrar, de tomarnos un par de vinitos que todos teníamos merecido. Me pierdo por Ave. of Americas, la nieve es una nueva compañera y el único festejo es un taco mexicano en el tren, mientras el teléfono no para de sonar. De varios lados del mundo, todos quieren saber cómo nos ha ido. Contarles es como romper la complicidad, nadie entendería lo que no ha vivido en carne propia.
Es la tarde del viernes. El clima pronostica fin de semana largo. Camino solo por la calles del SoHo. Veo la nieve acumulada a los lados de la calle. Son como insólitas rocas blancas salidas de las entrañas. Imagino que alguien limpió mis neuronas y que esas blancas montañas son los restos que tapaban mi pensamiento. Me siento despierto, con toda la energía libre: con ganas de más. Liberados -otra vez- mi instinto y mi imaginación.
El cansancio se vuelve persona, y yo el actor que mejor lo personifica. Pasaron varios días de esta locura y parecen horas. Mi cabeza va y viene tratando de recordar y disfrutar todo a la vez. Con esa misma velocidad, el tren desde donde escribo, cambia de vía y -en un segundo- todo se desvanece en el infinito...

Sunday, February 04, 2007

Que te putee Dios!!


Cambiarse de país es como una mudanza más.

Sólo que hay que multiplicarla por vuelos en avión que se retrasan, cargar mil valijas, los chicos que explotan de nervios, los horarios que son distintos, salir de un lugar tropical a otro donde amenaza con nevar pronto. Y listo, es casi igual.

Uno despega hablando un español que no es y aterriza hablando en inglés en medio de nerviosismos. La mucama que no sabe si se va o se queda, amenazando en un momento inoportuno cuando ya las valijas estaban armadas esperando en la puerta para partir. Los chicos no saben si nos vamos otra vez de vacaciones, si nos mudamos pero al mismo país o qué. Preguntan por sus amigos. "Nos van a venir a visitar?", ¨Cuándo volvemos a nuestra casa?". Tristán está preocupado porque no quiere que vendamos la casa de Puerto Rico. “Sino dónde me voy a quedar cuando vaya a visitar a sus amigos ?” fantasea.
El aeropuerto –para variar- es una carrera estúpida. Llegamos con tiempo, sólo para enterarnos que el avión no saldrá. Imaginen la situación. Muchas valijas, ropas de abrigo, caras de sólo 4 horas de sueño preparados para el momento culminante. La empleada con cara de amable, sugiere tomar un vuelo alternativo: salir 1 hora más tarde de lo planeado, hacer escala por dos horas en Saint Thomas y llegar luego a New York tipo 8 de la noche. Fantástico. En vez de llegar con un vuelo directo a las 11, nos ofrecen un tour guiado.

Obvio que no aceptamos y luego de meter presión nos ofrecen volar por Delta Airlines que saldrá una hora más tarde, pero directo. Parece simple y aceptamos. Sólo que la burocrática actitud de las dos empleadas de sendas aerolíneas no encuentra un papel o método de reconocimiento de pasajes. Como un ping-pong humano voy de mostrador en mostrador (que justamente los de estas aerolíneas están uno en cada extremo del aeropuerto...) tratando de buscar un acuerdo. Finalmente hago que una de ellas se levante de su cómoda posición y me acompañe. Tras poco sutil intercambio de palabras y puntos de vista, logramos finalmente los tickets.
El avión llega, las valijas tardan en aparecer, los chicos ansiosos, la mucama que está paralizada por el cambio (ayuda menos que un carrito de valijas).
Llegar a buscar el auto a AVIS: no hay una camioneta como la gente, nos ofrecen una chiquita y que llevemos todas las valijas encima del techo como gitanos. Negociación, recorrer el estacionamiento, convencer que nos den una que acaba de llegar aunque no está chequeada y limpia.

Finalmente, salimos hacia Connecticut, llenos de cosas y el hambre que crece como la impaciencia de niños.
Llegamos, el técnico de cable nos espera. Con cara de pocos amigos (estuvo esperando más de media hora). Finalmente con la magia de la tecnología en menos de una hora los chicos están mirando tele, yo bajando emails y Moi en el teléfono. El famoso 3 en 1 ya está en funcionamiento.
Luego salir en pequeña recorrida, prender un fuego como ritual que te permite traspasar mágicamente en un día del país del eterno verano a un invierno aún amable, no tan fuerte pero necesario.
Al final del día, luego de comer, luego de sentarnos por primera vez a respirar. Los chicos están sacados, faltos de sueño, no saben qué hacen en una casa distinta, no saben qué hacer con el frío. Tristán, está preocupado porque su abuelo viene a visitarnos en un par de días. “No se da cuenta que estamos recién mudados, que es un momento de muchos nervios y todavía no nos hemos adaptado?” dice reflexiva e ingenuamente.
Trato de dar una respuesta, que no sólo no lo calma sino que lo hace explotar –frustrado ante mi razonamiento- mientras sale para su cuarto.
“Que te putee Dios” me dice como queriendo decir algo muy fuerte. Quién más que el Ser Supremo puede mandarte a la mierda más que nadie...

Ante la contundencia y creatividad de sus palabras -con las que no puedo competir- apreto Enter y me despido.

Amanece en el teléfono

Sonó el teléfono una vez más. Era madrugada. Y esas llamadas nunca son de casualidad, nunca de buenas noticias. Moi, siempre más rápida, atendió. Mi abuela había muerto. Una especie de déjà vous cuando hace muchos años, igual sonido, igual momento en la madrugada, el teléfono sonó. Esa vez atendí yo, esa vez era mi abuelo.
Entre dormido y confundido hablo con mamá por el teléfono, esa mezcla de tristeza y desconcierto se deja oír. Este día, el día del llamado de madrugada, mis abuelos habrían cumplido 58 años de casados. Mi abuela tenía ese sentido particular del humor, que hasta creo que eligió a propósito ese día para partir.
No soy creyente. Pero hoy me inclino a creer que ellos dos -allá arriba- disfrutando de esa picardía, celebran mirándonos desde el cielo.