Tuesday, March 06, 2007

Hoja de Vida (de un American Psycho)


Volvía en el tren. El escenario el mismo, pero en compañía de Moi, Silvina y su marido. La noche venía de rica cena en un restaurante mexicano en Tribeca. Luego un bar con voces violentas como esos tragos que te cambian el nombre. A modo de postre, una noche de jazz que no fue... quedó en el insomnio.
Fedex irrumpe en el Messenger. Arreglamos para Mayo. Nos vamos a ir de recorrida a escuchar el mejor jazz neoyorkino, a descubrir los antros más subterráneos, más llenos de humo (pero con un negro con gorra custodiando la entrada- agrega- con el preciosismo de un detallista).
Eran ya más de las 3 de la mañana. Caminando por el andén el humo de nuestras bocas sobrevuela la locomotora eléctrica y sus vagones que se alejan.
Bajamos la escalera como un ritual que se repite. Sólo que la inesperada figura de un americano VP (Very Proper) nos corta el camino. Nos habla con angustia pero sin perder la calma. El señor en cuestión se quedó dormido en el tren. Venía de NY, copas de más, un poco de sueño, ahora despierta cuando ya pasaron varias estaciones y suficientes trenes como para que no hayan más hasta el otro día.
Nos pide ayuda. A dónde llevarlo, dónde conseguir un taxi. Ni idea (aún somos turistas en nuestra propia área). Ya es muy tarde.
Mi imaginación parece el redoblante de la batería de Art Blakey. Me parece que este señor bien puede ser un asesino serial: vestido impecablemente con su pelo perfecto como recién preparado para ir a trabajar. Cualquier por mucho menos estaría con todo el traje arrugado, la baba haciendo piruetas y una voz de puteadas que nadie aguantaría. El no, no se inmuta, nos habla de su tragedia como quien pide cambio para comprar el diario.
Después de esta imagen, opino que sigamos de largo. A dónde llevarlo. Daniel tan impávido como el amigo, no dice nada. Las mujeres insisten: hay que darle una mano.
La bondad de Moi puede más que mi cabeza y ahí estamos los cinco dando vueltas en medio de Connecticut donde los árboles son de nieve y hace tanto frío que ni la noche quiere asomarse a la calle.
Esperando lo peor, la puñalada mortal, algún gesto de agresión contenida, pero nada. El señor continúa hablando. Moi le hace el aguante y le habla tratando de contenerlo (será sólo su buena onda compasiva o también teme lo peor y prefiere no despertar a la bestia dormida…).
Los taxis no aparecen, nuestro American Psycho, nos pide que lo llevemos al Police Station más cercano. Así lo hacemos y nos despedimos de una historia ridícula que nos acaba de robar 40 minutos de sueño.
Yo sigo fantaseando, el señor entra y mata a los policías de turno, luego nos buscan a nosotros los latinos que lo dejamos ahí, conduciendo un auto que aún tiene la patente de Puerto Rico (por suerte a la hora de escribir esto, Moi ya la cambió por una de Connecticut… así que no podrán encontrarnos…)
Mientras sigo pensando en este pseudo asesino serial, cuál será su hoja de vida. Pudo haber sido él, u otro ser humano común. De esos personajes que uno se encuentra en la rutina cotidiana. Esas personas obsesionadas con los detalles, que todo lo analizan y lo especifican y lo categorizan y lo clasifican. Personajes que hacen estadísticas de la vida, matrices para ubicarse en las calles (en vez de perderse en ellas). Asesinos en potencias reprimidos por su incapacidad de acción, disfrutan haciendo un modelo de control de gastos mientras hace el amor con la camisa que nunca se arruga y su corbata centrada justo en el medio del cuello.
Fedex re-irrumpe en el Messenger y me vuelve a la realidad. Me pregunta cuán complicado es armar un currículum. “Nada. Si sabés lo que querés contar, es simple” –respondo. “Y cuánto te podés tardar en actualizarlo?”. “Como mucho media hora” - le digo sin saber a dónde quiere llegar. Y me hace pensar en el mío propio. Cada vez que lo actualizo, a medida que voy sumando experiencia, lo que hago es contar más cosas en menos líneas. Hace unos diez años necesitaba 3 páginas, hoy basta con un par de párrafos.
Será que uno ya ha logrado tantas cosas, que bastan los titulares. O simplemente que, con la perspectiva del tiempo, las cosas pierden importancia: uno las mira con más objetividad y puede resumirlas más fácilmente.
Entonces pienso en este blog. Si fuera mi currículum de Tormentas, cómo lo sintetizaría, cómo lo acortaría. ¿Resumiría cada post en uno o dos párrafos? No, mejor me quedo con los títulos… o mejor sigo y corto más…
Tanto lo acorto que desaparece, queda en nada… como yo que me desvanezco con éstas mis últimas palabras.

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