Saturday, March 10, 2007

A Latino in New York


I don´t drink coffee I take mate my dear” -canta Sting en mi cabeza- “And you can hear it in my accent when I talk, I´m an alien I´m a legal alien… A Latino in New York…"
Mi primera semana en la gran Manzana. Empezar un nuevo trabajo justo después de Año Nuevo. La nieve aún no había llegado pero la magia ya caía del cielo.
El tour guiado por la agencia parece el sueño del pibe. Una agencia de más de 400 personas. Una cosa es haber estado una que otra vez, en varios viajes, en agencias grandes, pero sólo de paso, por una reunión, por unos días.
Ahora, recorriendo los pasillos en donde -en enormes salas de reuniones- se ven infinitos premios acumulados como si nada. Nunca vi tantos juntos. Cannes, London Festival… pero los que más me llamaron la atención fueron los CLIO.
Cuando yo empecé en esta maldita (pero bendita) profesión los CLIO eran el premio más deseado. Pienso en mis influencias, mi hermana me llevó a su maestra de arte para que me diera unas clases de dibujo. “Gustavo no tiene el carácter para publicidad, es un ambiente muy competitivo y difícil” – le dijo Marta. Yo era un adolescente pero con las cosas claras. Mi hermano Edu me prestaba sus revistas Mercado, en ese momento Alberto Borrini era la voz ardiente de la publicidad. Y los publicitarios argentinos acariciaban sus CLIO cuando subían al escenario en New York como quien nace de nuevo. Madison Avenue era “la” avenida de la publicidad y todo parecía tan lejano para mí…
Después fui creciendo, cambiando y pasando por varios lados. En su momento me ofrecieron trasladarme a trabajar en Strategic Planning a NY. La oportunidad de trasladarnos con Moi, aún no estaban los chicos, vivíamos en un loft en San Telmo… pero no hubo acuerdo.
Ahora acá es muy raro… Con chicos, pero viviendo en los suburbios. La agencia está casualmente en el SoHo. Una zona que me recuerda a mi primer viaje a NY. Me recuerda a “After Hours” una psicótica película de mediados de los 80 de Martin Scorsese, una especie de cult-movie que transcurría en el SoHo, que todavía era un barrio de artistas, el lugar que vió nacer a los lofts… Parece una particular coincidencia.
Hoy es una zona con mucha movida: arte, diseño y comida, pero con mucho menos marginalidad y los precios por pie cuadrado que han subido hasta las nubes. Igual, en sus pequeñas grietas y fisuras, yo aún percibo ese aire de marginalidad y locura. Aún esta en el aire. O en su infinidad de restaurantes, todos con su magia, su comida espectacular y que invitan a interminables charlas. Y pasa que, cuando querés volver a uno que ya fuiste, te resulta imposible encontrarlo; como si aparecieran y desaparecieran de repente. Parece un juego de la imaginación, como un cuento de Cortázar.
Vuelvo a hoy, a esos pasillos de una gran agencia. Un latino (ese es el nombre de moda que reemplaza a US Hispanics, o sea a los Latinoamericanos que vivimos aquí…) que viene a armar una agencia para hacer campañas para Latinos dentro de una gran agencia… llena de americanos.
Hoy soy el mismo, aunque parezca otro. Con los pies un poco más en la tierra, pero mis alas siguen fuertes, igual de intactas.
Esa primera semana fue frenética. El viernes terminé grabando para CNN en español una nota. En un par de semanas entrevista con Advertising Age. Si te la crees estás jodido. Es que esto es un juego a gran escala, y uno un jugador que no debe perder la cabeza ante semejante tamaño. Todo puede pasar aquí… lo bueno y lo malo. Y todo sucede con la misma velocidad, los despegues y las caídas.
No hay ciudad que ame más que Paris donde me sentí como en casa desde la primera vez en la visité. Con New York tengo esa relación de amor-odio. Como la que se puede tener con una mujer que viste sus mil capas cambiantes de feminidad.
Los hombres no entienden a esa mujer, tratan de comprenderla con su racionalidad masculina. Ella puede pasar del amor a la distancia, de la soledad a la locura. Puede ser apasionada o indiferente, sin dejar de ser ella misma. A matarte con su mirada o mirarte como si no valiera la pena matarte. Puede ser parte de la indiferencia del día o despertarte con su mágica sonrisa. Todo ella, sin escalas intermedias, sin cambiar de día.
Las mujeres tampoco se entienden entre sí, pero no les importa. Son hábiles jugadoras, y se llevan bien sabiendo eso. O a veces, es tal la complicidad, que terminan creyéndose ellas mismas que se entienden. Buscando puntos de encuentros, rozándose con sus cambiantes vestimentas y maquillajes, con la ductilidad de sus pensamientos, con la magia de sus sentimientos.
New York y Buenos Aires son dos mujeres muy distintas, pero se miran y se llevan bien. Yo no las entiendo. Ellas tampoco, pero se ríen despacito mientras caminan juntas, lado a lado, por mi cabeza… que no para de volar.

1 comment:

Anonymous said...

"Gustavo no tiene el carácter para publicidad"... qué visión de futuro...
Un abrazo

Orly