Wednesday, March 15, 2006

Gracias, Samsonite

Esto fue originalmente escrito hace casi 2 años en uno de mis viajes preliminares a Puerto Rico allá en el 2004, sería mayo o junio.

Tuve un episodio terrible al llegar a Miami. El avión salió de México demorado porque había problemas en la pista (sic): tráfico...
Las colas para hacer inmigraciones eran terribles: parecía como un interminable viaje a la Meca sólo que en vez de musulmanes los protagonistas eran latinos deseosos por alcanzar la Atlantis de hoy: Miami.
Una orquesta de teléfonos celulares competía para ver quién tenía el ringtone más extravagante o más fuerte. Las insistentes amenazas de la voz del altoparlante nada podían con tanta latinidad: todos seguían hablando y se cagaban en el pedido de que estrangularan a los celulares. Después de llegar mi turno y cumplir con el procedimiento de vejación tecnológica de identidad, vino la sorpresa.
(paréntesis: lo que pasó en el proceso de embarque en donde nos ponen a todos en fila como ganado por la manga rumbo al avión. Por qué hay que hacer tantas colas para viajar !!!!!!!!!!!!! Antes de entrar a la manga tengo que exhibir mi laptop no sea cuestión que esté llevando un cargamento de drogas o una bomba para acabar con todas las almas voladoras, sea por una diferencia de religión o para mandar un mensaje a algún presidente soberbio. Cuando prosigo el señor que estaba delante mío no tiene mejor idea que ponerse a hablar (yo había dormido sólo 3 horas y no estaba de muy buen genio). Y empezó “eso fue por la barba, aquí no se usan …” Y me dice: eres árabe o palestino? Yo no podía creer semejante pregunta boluda propia de la gente aburrida que se engancha a hablar de trivialidades antes de embarcar.
Le puse una cara de no tengo ganas de hablar cometiendo un gran error. A este personaje mezcla de viajante aburrido y vendedor puerta a puerta, no le gustó mi indiferencia y atacó. “por qué piensas que te han examinado el maletín con la notebook? Debe ser por tu aspecto, mira tu nariz pareces musulmán. Y yo le digo “nunca me lo dijeron, de hecho mi apellido es como muy italiano” Y contesta “sabés italiano?” “No, apenas unas palabras” “Ves, entonces no sos italiano” (dije yo que fuera italiano??) "La culpa es de tus padres, te deberían haber hablado en italiano porque entonces ahora no parecerías musulmán". Por suerte ya estábamos entrando al avión, porque sino hubiera mandado al simpático personaje con su corbata a media panza a la m...

Prosiguiendo con el cuento, luego de llegar a Miami, al pasar por aduana cuento que tengo que declarar un cheque de plata que estoy trayendo para depositar para cuando me radique definitivamente. Me dirijo al lugar que me indican y el empleado me dice: "no ese trámite hacélo en el banco cuando abras la cuenta". "Ah", digo aliviado y tomo mis valijas para emprender la rápida carrera para alcanzar el avión. Pero una voz infrahumana me dice “a dónde va?”. "Si pasó por aquí vamos a tener que revisar sus cosas porque los jefes nos miran" (señaló a una cámara) "y ahora tengo que hacer mi trabajo".
Revisan la computadora y boludeces y todo bien. Me piden abrir la valija. Le quito las llaves de ambos lados, pongo la clave en la traba de seguridad del medio y cuando voy a abrirla, la muy puta se queda cerrada… Una gota fría cayó por mi frente. Ejem. Vuelvo a probar pero nada. “Señor, no se abre” -digo con voz simpática. La cara del empleado se transformó en qué tendrá este hijo de puta que se hace el boludo. Al rato 3 personas rodeaban mi valija Ahora sí era sospechoso. "La puta" –digo para mis adentros- "me quedé sin laburo, si no paso la aduana, no entro nunca más". Charlas van y vienen hasta que un empleado con un cortaplumas a lo McGyver intenta descubrir la clave de seguridad (que yo la sabía pero el problema era otro: una valija nueva que se rebela contra la humanidad para jugar una simpática broma a su dueño).
Fracasando en su intento y ante la humillación frente a sus subalternos , su cólera se enfoca en mí. "Tenemos que abrir esta valija" (más te vale le digo, porque sino no sé qué me pongo en los próximos días…) La pasan por rayos x, y, z y todos los posibles.
Mientras, uno de los empleados hojeaba mi libro de mano, me preguntaba si era interesante, quería saber si la Sony VAIO funcionaba bien, me preguntaba de qué trabajaba, si me gustaba mi trabajo, etc. No lo podía creer, él la estaba pasando bomba haciendo sociales con un desconocido, mientras el otro jugaba al espía buscando encontrar alguna rareza en mi maleta que lo hiciera acreedor al premio empleado del mes.
Se volvieron a llevar la valija bajo la mira convincente de este símil espía que anunciaba con anticipado orgullo “volveremos con la valija abierta”. Para mis adentros, me imaginaba con la valija destrozada, descartada en un costado del aeropuerto y yo caminando con ambos brazos extendidos soportando en hábil equilibrio mis cosas hasta el avión, mientras los espectadores de turno rieran viendo cómo mis medias y calzoncillos se esparcían por el suelo del aeropuerto.
Volvió con la valija abierta, forzada, pero reutilizable demostrando que Samsonite bien puede ser una marca de éxito, pero nunca pongas nada de valor dentro de ella…
Con mirada superadora me miró, dando por sobreentendido que debía sonreír y admirar su proeza. En ese momento mi avión Miami-San Juan ya se encontraba en pleno vuelo, con sus pasajeros tomando champagne, mientras yo jugaba con estos fanáticos de los procedimientos.
Finalmente, el empleado desplegó la valija con total hidalguía y cual cirujano experimentado que estudia a su víctima recorría con la mano y la mirada dónde cortar. Porque claro, como estaba forrada por dentro, el señor debía pensar: ahora a revisar si hay droga o algo que me eleve en los escalafones de la guardia aeroportuaria.
Yo me sentía como Brad Davis, el protagonista de Expreso de Medianoche, frente a la policía turca. Imaginaba qué sería pasar unos días en compañía de poco amigables mastodontes en una cárcel recóndita y olvidada en los pantanos de la Florida. Por suerte, mi vida es mucho más trivial y luego de regocijarse ojeando la carpeta del seminario Euro y un libro para niños y ropa de viaje, decidió que la oportunidad no era esa y me dejó que, en medio de ese caos, rearmara la valija.
Encima siendo la primera vez que armaba la valija con tiempo y dedicación, cómo permitir que este payaso desparramara todas mis cosas en su búsqueda frenética de no sé qué.
Y yo me fui con mi Samsonite a otra parte. Meditando sobre las valijas y la televisión. Porque si hay un problema con estos muchachos es que ven demasiadas películas de policías en la tele..

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